Esta preciosa Café Racer es de
casa. Mi cuñado Susi andaba con el gusanillo de meterle mano a su betusta BMW
K100RS, ya que últimamente compartía garaje con otras motos y antes de empezar a
perder protagonismo había que darle una segunda vida además, como él mismo dice “Si la pongo en venta, no me van a dar lo que pida por ella y
la quiero demasiado par soltarla por cuatro duros”, y dicho y hecho, se puso manos a la obra. El
tema está en arrancarse, y que mejor que pedir un colín de fibra y unos
semimanillares, y empezar a desmontar todo hasta que lleguen. Hacer un
desembolso aunque sea pequeño siempre te obliga a continuar. Luego comienzan a
aparecer los problemillas, ahí es cuando no hay que echarse atrás, debemos
dejarlos reposar ya que siempre encontraremos solución. Que me lo digan a mí,
que tengo una pequeña Dingo encima de una mesa hace meses y no acabo de reparar
el encendido. Es una chorrada, pero la mecánica y yo tenemos un pequeño
problema de comunicación, yo no la entiendo y ella no se deja entender. Pero
esa es otra historia que se contará en su momento. Volviendo a la protagonista, la BMW tenía mimbres para hacer una Café bonita, y esta primera evolución, lo
demuestra. Poco a poco se irán limando detalles, como los relojes, otras
estriberas o unas tapas laterales, pero todo se andará. De momento la bávara no
tiene nada que envidiar a la sueca naranja que duerme con ella. En la vida del buen motero se deben ir cubriendo etapas, rodar por supuesto, tanto en asfalto como
en tierra, asistir a un GP, pilotar en un circuito, un largo viaje, llegar a competir, asistir a un TT,
este año lo cumpliremos, y customizar una o varias motos. ¡No sé por que pero es
así! Susi lo tiene claro ¿y tú? si tu respuesta es no, dale tiempo al tiempo.
Sólo viendo
el punto de partida se entiende como rejuvenece una moto personalizada.
Texto y
Fotos: MCM
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