UN RELATO DEL TIBURÓN
Siete de la
mañana, suena el pequeño despertador nipón de la mesilla, y después de una
sesión de pelotari mata mosquero, logro acertar en el minúsculo botón que hace
que deje de emitir el molesto sonido que produce.
Mientras
espero que el cerebro se solidifique, porque a si es como nos levantamos, con
la masa encefálica como Sae 20. Unos rasquijones de rigor en partes pudentas (y
otros en partes, no tan pudentas) oigo
en la calle como pasa un gran motor en “V”, alto de vueltas; posiblemente una
VTR o una Suzy TL.
Con la
misma facilidad de movimientos que un Geyperman, me meto en la ducha, gracias
al agua, el cerebro va pillando viscosidad y empiezo a darme cuenta de todo.
Esta ducha no es la mía, esta plasticosa cortina tan hortera y profusamente
llena de flores tampoco es la mía. Hago fuerza para que la niebla cervecera que
me invade se valla disipando. Pero es tan espesa que podría contener
picatostes.
Una vez
desprendido de la pátina cervecera que me recubría, me pongo mi viejo equipo de
cordura y bajo a por la moto. Al pisar la calle es cuando mis sentidos
corporales, comienzan una mascletá febril de funcionamiento. El olor que entra
por los conductos de mi generosa narizota es algo indescriptible, una mezcla de
prado Cántabro con taller de motos de pueblo, ya que una GSX 1100 R, con más
kilómetros que un ovni, ha pasado ante mí, dejando a mi lado el inconfundible
aroma del Castrol recién quemado.
Salgo
despacio, dejando que el agua del motor vaya tomando temperatura, que la abuela
ya tiene veinte años y hay que mimarla. Cuando parece que el binomio, moto piloto, ya hablamos el mismo idioma, me
adelantan un par de alemanes conduciendo dos motos de su mismo origen, de corte deportivo. Que a veces pienso que es
antagónico, con las dos papeleras que sobresalen a los lados del motor, ya que
quieras o no, estorba para los movimientos de los pinreles, por lo menos en
invierno te los conservan calientes. Todavía conservo alguna marca en mis
tibias de una R 1100 RT que padecí.
Pues bien,
los teutones parece que llevan un ritmo alegre, pero sin pasarse, y decido
pegarme a ellos. De repente, el que abre la marcha, empieza a hacer
Marquecianos descolgamientos en la moto, buscando los ápices de las curvas,
pero a la misma velocidad que traíamos. O está tomando referencias para algo, o
está más sonao que el pecho de un gorila. Decido dejarles un poco de distancia,
cuando veo que a la derecha se recorta la figura de un gran pub, al lado de la
carretera. Los colegas dan el intermitente y se colocan en el amplio parking,
junto a una gran mesa de madera con bancos corridos.
Una vez
junto a ellos puedo observarlos con más detenimiento, Son un par de
cincuentones, de tez blancuzca y mejillas como fresones maduros, Sus viejos
monos Furgan, con la silueta de una pantera en la chepa, tiene algunos
mosquitos incrustados de la era paleolítica y los cascos que llevan tienen
todos los visos de tener más tiros que
el mosquete del Capitán Alatriste.
Por sus
estertóreas risas veo que los amigos están dando una vuelta para meterse unos
tragos de cerveza entre pecho y espalda, pero creo que no se les da bien,
porque les caen demasiados en la boca.
Nos ponemos
a hablar de nuestras viejas motos, ellos en su ingles bastante bueno y yo con
mi ingles bastante…..Inventao. El que antes hacia esparavanes sobre la moto me
tiene un poco desconcertao. Bajo su aspecto sobrio, que parece el director de
la oficina del catastro de Albacete, aparece un tipo que, por sus movimientos y
forma de hablar, si perdiera un tornillo más …Se desmontaría.
Aprovechando
que el nervioso se va al pis, su compañero me explica que no le haga mucho
caso, que es buena gente, pero ha sido electrónico toda la vida en la misma
empresa que él, haciendo componentes para camiones, y de resultas de las
pruebas de los prototipos, como las hacia su colega, tenía en el cuerpo más
descargas que un video de Beyoncé en pelotas.
Le comento
que en mi casa somos transportistas de toda la vida y que mi padre tenía una fe
ciega en esa empresa. El dice que eran unos perfeccionistas, si les pedías que
construyeran un artefacto, no obtenías lo que habías pedido…..Obtenías lo que
querías.
La
conversación es muy amena pero si sigo con estos personajes mucho rato me voy a
montar en la moto al revés. En un rato me he echao tres pintas al coleto y no
es plan.
Me despido
y salgo despacio, para ver si las cervezas han hecho mella en el cuadro de
mandos cerebral que pilota la moto. Tras una rápida evaluación de daños, veo
que casi todos los órganos están vitales (menos el de la parroquia de Ayora,
que hace tiempo que no funciona).
Voy con la
visera levantada para que el aire me
arree bien en la cara. Hay una temperatura cojonuda para rodar, el cuatro en línea va emitiendo lo que para mi
es una banda sonora de emociones y mi extenso cuerpo ayuda a mi compañera en el
trazamiento de la despejada carretera, cuando….(¡¡¡¡ STOP ¡!!! STOP ¡!!!!!.
Estoy a punto de escribir la palabra maldita, si esa que usan los tonticos para
describir amaneceres, atardeceres, enamoramienteceres y demás mierdeceres
envueltas en algodón de azúcar y recubiertas con sirope de fresa con gominolas
por encima………. Idílico)
En esas
estoy cuando veo que la temperatura del agua está subiendo casi al mismo ritmo
que qué el precio de la gasolina. En la pierna derecha algo me abrasa, miro
para abajo y todo está lleno del amarillento líquido refrigerante. Tengo el
pantalón y la bota empapados, seguro que alguno de los viejos manguitos ha
dicho basta, y ha reventado. Me quito el guante para ver si palpando puedo
detectar el problema, sigo el curso del liquido y compruebo con gran estupor
que el origen de la fuga esta en……. Mi pilila.
Abro los
ojos de golpe y el pánico se apodera de mí, salgo corriendo hacia el wáter, a ver
si puedo arreglar en parte este desaguisado. Me siento en la taza notando que
me falta el aliento y mi frente esta
húmeda como una culata vieja. Una mezcla de vergüenza y pena entra de
golpe en mi cuerpo.
No estoy
rodando con mi moto por la Isla
de Man y encima he vuelto a mi más tierna infancia en asuntos bejigueros.
Cuando se disipa un poco el sofoco, me doy cuenta de la huella tan profunda que
un lugar puede dejar en el ser humano, y tu subconsciente es capaz de
rememorarlo tan nítidamente…..
Lo malo es
cuando tu subconsciente no esta coordinao con tu sistema meotico y ocurren
percances vergonzantes….Seguro que volveré a la Isla de los Hombres Libres.
Solo en los
sueños somos libres. El resto del tiempo dependemos del presupuesto.
Texto: Víctor Manuel Ávila Lázaro
Fotos MCM
grande,grande, como siempre,no fallas ni con problemas de prostata.sige asi amigo,es un placer leerte.juan angel.
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