Según se
aproximan los días del milagro, la nostalgia y el vacío se apoderan de mí. Las
bromas y comentarios con mis iguales, palian mi mal. Este año no hay visos de
que un servidor pueda volver a ser testigo del evento más impresionante del planeta.
Aunque no tiro la toalla. Eso jamás. El otro día leí que de los cuarenta y
cinco mil asistentes foráneos, unos cuarenta mil ya han estado antes. Espero mi
turno para formar parte de ese porcentaje de almas absorbidas por el veneno de
la velocidad.
Foto: MCM
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