Hay veces que la cabeza te da vueltas con fenomenales
ideas que se hacen claras y precisas justo cuando estás buscando caer rendido
en los brazos de Morfeo. Siempre es en la cama, cuando el ajetreo de la jornada
termina después de haber acabado hasta los cojones de tu jefe, otro día más, y
estás encabronado porque Tulotero te ha vuelto a avisar de que tu boleto vuelve
a no ser premiado en el puñetero Euromillones y la aplicación de tu cuenta
corriente suelta una carcajada cuando te pones a ver las motos que tienes cerca
en Wallapop. Estas cerrando los ojos preparándote para volver a tus pesadillas
cotidianas, en ese momento tu masa encefálica comienza a mostrarte visiones
endorfínicas. En ese momento justo te pueden pasar tres cosas: La primera y
habitual es que esa idea cojonuda se diluya al ceder tu alma durante unas horas
al hijo de Hipnos; La segunda es que no te duermas pero en un microsueño esa
idea, que resultaba fantástica en tu cabeza, simplemente desapareció y ni
siquiera la recuerdas; Y la tercera, es que enciendas la luz y pongas negro sobre
blanco para aprovechar ese momento de lucidez, que sabes tan potente como una
inyección de narcóticos. Pero esto último sólo le pasa a la gente excepcional.
Yo me conformaré con creer que he tenido esas ideas y que el puto destino las
borra de mi mente mediocre. Fernando Batlló, sí era excepcional y debió tener
unos cuantos momentos así y sí se levantaría de la cama y plasmaría en un papel
esas ideas mágicas para que no desaparecieran.
El señor Batlló era gran aficionado al motociclismo y al modelismo
y buen amigo de la familia Giró, y entre otras hazañas desarrolló un motor de
gasolina de 2,5cm3 con válvula rotativa, que según los mentideros inspiró el
motor de la Ossa Monocasco de Santiago Herrero.
En los sesenta las 24 horas de Montjuic era la carrera de
las carreras, donde las marcas españolas buscaban el honor de la victoria. Una
carrera de maratón que daba a los vencedores una repercusión que en aquella
época todos los fabricantes anhelaban, ya que España estaba plagada de talleres
de pueblo, que ayudaban a organizar las carreras el día de la fiesta grande,
porque casi en cualquier sitio había carrera de motos en las fiestas, en esos
talleres era donde los carteles publicitarios de las marcas, mostraban sus
grandes logros y en la España de entonces, en todas las casas había una moto.
En la edición de 1967, Carlos Giró y Luis Yglesias a
lomos de una Ossa 230 Sport consiguen la victoria para la marca del trébol de
cuatro hojas. En los años siguientes Ossa vivió un momento dulce con Santiago
Herrero y la Ossa Monocasco en el mundial del cuarto de litro, hasta la
fatídica caída y posterior fallecimiento del piloto madrileño en el TT de 1970.
Un mazazo para la marca y para Eduardo Giró, que dieron carpetazo al asunto de
las carreras. Fernando Batlló y sus cuatro hijos fuertemente ligados a Ossa,
veían cómo la marca se diluía en competición, y quiero pensar que el patriarca
de la familia reuniría a todos a su alrededor y los diría “Esto no podemos consentirlo, debemos devolver a Ossa al lugar que le
corresponde, debemos crear una máquina capaz de batir al resto en el circuito
del parque”. ¡Sí, lo sé! He visto muchas películas. Pero ¿Y por qué no? Además
del mazazo del TT, los tambores de guerra de las motos allende los Pirineos ya empezaban
a sonar y había que buscar potencia con lo que se tenía entre manos.
Volviendo a la narrativa, quiero creer que el patriarca
de los Batlló, yéndose a dormir una noche, lo vio claro. La idea era sencilla, hacer
un bicilíndrico en línea con dos motores para conseguir una máquina con el
doble de potencia que la 250 Sport, pero a la vez ligera y ágil con un chasis
de origen modificado para alojar ambos motores que permitían un centro de
gravedad más bajo proporcionado por el peso extra de la nueva mecánica. La Ossa
Byra 500 era una realidad. Había que tenerlo todo listo para la carrera de
1972. Pero esta idea sólo fue el comienzo, ya que el bicilíndrico de la Yankee
Z ya existía y rozaba los 500cm3, es más Carlos Giró y José María Palomo iban a
participar con un prototipo motorizado precisamente con un bicilíndrico Yankee
Z (Acabaron séptimos aquel año 72), acoplémosle a cada lado sendos
monocilíndricos de 250cm3, de las Sport. Uniremos los cigüeñales con unos piñones
especiales y específicos. Ya tenían una máquina con un motor tetracilíndrico de
1.000cm3 refrigerado por aire, de 2 tiempos, con una caja de 6 velocidades, que
con escapes convencionales daba 110CV y alcanzaba la friolera de 240km/h. Así
nació la Ossa Byra 1000.
Llegó el 8 de Julio y la familia Batlló alineó dos
equipos, el primero formado por Pedro y Carlos Farreras, y la Byra 500 como
montura, y el segundo con el monstruo de 1000cm3 y Javier y Jesús Batlló a los
mandos. El sonido de la Byra 1000 en sexta a fondo la diferenciaba del resto de
monturas. Ese aullido desvelaba la potencia bruta que poseía semejante
artefacto. Una potencia de difícil control que terminó en accidente con Javier
por los suelos y la moto contra un árbol. El impacto destrozó la horquilla, lo
que impidió continuar hasta el final. La victoria de la XVIII edición de las
24H de Montjuic fue a parar a la Bultaco 360 de Bordons y Grau, sobre una
armada de motos extranjeras de cuatro tiempos, entre los que podemos hacer referencia del
quinto puesto de la pareja Godier-Genoud a lomos de una Honda. En séptimo lugar
acabaron Carlos Giró y José María Palomo con la Yankee Z.
Ese efímero estreno quedó marcado para la historia como el
debut de la moto de dos tiempos más potente fabricada en España. Hubo más
versiones y aún hoy existe una unidad, pero eso ya, es otra historia. ¡Me acaba
de sonar el despertador! ¿Qué cojones he soñado?
MCM
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