BELLE SORT
Creo que te
lo he contado en alguna ocasión, pero siempre que tengo una Guzzi delante no
puedo evitar recordar el día exacto en el que me infecté con la enfermedad que
compartimos. Era yo un preadolescente y el padre de un coleguilla tenía un
taller de camiones. Ir a ver a este colega era auténtico ¿Quién con trece años
no hubiera querido pasarse el día entre motores y ruedas? El balón nunca me
llamó. El asunto es que cuando no me tocaba ayudar en el negocio familiar, me
iba con los colegas al taller del amigo, a ver que vehículo andaba por allí
destripado. Una tarde de verano, al entrar en el taller, ¡ahí estaba! Era una
Guzzi V50 de un camionero, que había trasroscado el tornillo de carter al
cambiar el aceite. Había tenido motos delante de mí en otras ocasiones, pero
fue ella la que me llamó, la que me susurró en el oído las palabras mágicas del
amor eterno. El padre de mi colega, que era y sigue siendo, creo, un enamorado
de todo lo que funcionara con gasolina, a verme la cara comprendió que me había
enganchado a las dos ruedas y me invitó a montar sobre ella y así lo hice
mientras, aquella Guzzi no paraba de susurrarme sus conjuros para hechizarme por
siempre. Fue un momento genial que casi veinticinco años después sigo
recordando como si hubiese sido esta misma tarde. Aquel bello hechizo no ha
hecho más que afianzarse en mí, y esta preciosa Midnight Phoenix de 4h10 ha
conseguido hacerme rememorar bellos recuerdos de pasión juvenil.
MCM
Fotos:
Daniel Beres y 4h10
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